lunes, 8 de marzo de 2010

Desde mi cielo: una película en el limbo


Desde mi cielo (The Lovely Bones), la última película de Peter Jackson, promete mucho al comienzo pero termina atrapada en una suerte de limbo cinematográfico del cual no puede salir a pesar de los interesantes dispositivos narrativos y estilísticos de los que se sirve. El filme narra la historia de Susie Salmon (Saoirse Ronan), una niña de 14 años que muere brutalmente a manos de un asesino en serie y —después de quedar atrapada en un mundo intermedio entre nuestra realidad y el cielo cristiano— relata los últimos días de su vida, su trágica muerte y la dura prueba por la que pasa su familia tratando de superar esta terrible pérdida. Prisionera de este limbo, la protagonista tiene que acostumbrarse a la idea de su propia muerte y al hecho de que su victimario siga libre. La película —basada en la exitosa novela homónima de Alice Sebold (2002)— aborda un tema particularmente sensible en la actualidad: el fenómeno de los depredadores sexuales que merodean por las ciudades buscando niños indefensos para violarlos y matarlos. George Harvey (Stanley Tucci), el asesino de Susie, es un personaje taciturno que vive en la casa situada enfrente de la residencia de los Salmon, en un tranquilo suburbio norteamericano de clase media. La historia se desarrolla a comienzos de los años setenta, “una época en la cual”, como lo afirma Susie, “las caras de los niños desaparecidos no salían en las cajas de leche, ni eran un elemento destacado en los noticieros vespertinos”. La película retrata entonces una época en que la sociedad norteamericana estaba menos alerta ante los delitos sexuales contra menores y la policía era menos ágil que hoy en día cuando se trataba de investigarlos.

Utilizar a un personaje que narra en primera persona su propia historia desde ultratumba no es un recurso nuevo en Hollywood. Éste es el principal dispositivo narrativo de películas tan conocidas como Belleza americana (American Beauty, Sam Mendes, 1999) o Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950). En Desde mi cielo, este recurso permite una entrada ágil y eficaz en el mundo de la ficción. Además, la voz-yo de Susie, al revelar desde el principio que la niña ha sido víctima de un crimen atroz, establece un estructura narrativa, construida sobre un gran flash-back, que involucra al espectador y lo obliga a hacerse preguntas y a lanzar hipótesis: ¿Quién cometió el crimen? ¿Cómo lo hizo? ¿Por qué? Esta fórmula, casi infalible, es característica del buen cine de suspenso. Sin embargo, Susie, como narradora de su propia tragedia, logra mucho más que obligar al espectador a que se acomode en un relato de suspenso. Su voz nos presenta con lujo de detalles los recuerdos que conserva del mundo sencillo y encantador de su infancia y adolescencia: sus juegos, su interés por la fotografía, los pequeños problemas de su familia, su primer amor… Pero también nos hace saber que un vecino la observa y se prepara lenta pero inexorablemente, como un cazador despiadado, para hacerla caer en sus garras. En toda esta primera parte, una puesta en escena precisa y concienzuda, da vida a un mundo suburbano lleno de matices, visto a través del filtro de la memoria de la protagonista.

Desafortunadamente, después de que Susie muere, la narración y la puesta en escena se complican. El relato fílmico tiene que vérselas ahora con un nuevo espacio: el limbo donde queda atrapada la niña, su propio “mundo perfecto” como ella lo llama en un momento dado. La apuesta de Peter Jackson para dar vida a este lugar es radical. Se trata de un espacio onírico donde las imágenes del pasado de Susie se combinan con sus fabulaciones de adolescente de forma desordenada y exuberante. El contraste entre este lugar y la sobriedad naturalista del “mundo de los vivos” es tan marcado que cuando se pasa de un mundo al otro se tiene la impresión de estar viendo películas diferentes. Esto, en principio, no tendría por qué convertirse en un problema. Sin embargo, las imágenes del limbo de Susie son demasiado literales en su relación con el mundo real, como cuando los barcos dentro de botellas que hace su padre se convierten en enormes naves embotelladas sobre un mar oscuro en un paisaje marítimo surrealista que recuerda las peores pinturas de Magritte. Las imágenes del cielo de Susie también hacen pensar en la iconografía de las publicaciones y panfletos de los Testigos de Jehová: paisajes paradisiacos, colores vibrantes, gente de todas las razas disfrutando de mil años de paz tras la segunda venida de Jesucristo. Todo esto llega a ser francamente cursi y rompe la eficacia narrativa de la primera parte.

Desde mi cielo no logra integrar convincentemente el mundo suburbano de la familia Salmon y el cielo privado de Susie, lo cual afecta la narración y hace que la última parte de la película no funcione bien. La investigación informal que emprenden el padre y la hermana de Susie para desenmascarar al asesino se ve interrumpida por las lamentaciones de la niña en el limbo. El espectador, en lugar de identificarse con el sufrimiento de la víctima, siente que cada irrupción del mundo perfecto de la adolescente retrasa la progresión de los eventos narrativos que realmente importan. Esta ruptura en la unidad de la puesta en escena y de la narración afecta también la construcción del personaje principal. Susie, encantadora, graciosa e inocente en la primera parte, se desdibuja completamente en la segunda. Uno esperaría que la chica tuviera un papel más activo en el desenlace, que lograra revelar de alguna forma dónde está escondido su cadáver. Por el contrario, lo único que logra es encarnarse momentáneamente en el cuerpo de otra chica para dar un primer y último beso a su enamorado. El mundo perfecto donde queda atrapada Susie, se convierte en una trampa no sólo para la protagonista sino también para la puesta en escena y para la progresión narrativa de la película. Desde mi cielo no logra generar una unidad narrativa convincente que englobe los espacios heterogéneos del mundo de la ficción y, por consiguiente, termina atascada en un vaivén desordenado entre el mundo de los vivos y el espacio de ultratumba, lo cual opaca sus calidades cinematográficas.

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